La humanidad se encontraba al borde de la extinción tras un devastador apocalipsis nuclear. Tan solo un reducido grupo de 24.000 personas había logrado escapar de la Tierra para sobrevivir en tres estaciones espaciales que aún orbitaba el planeta. Entre ellos se encontraba Ántrax, una joven científica que formaba parte del Proyecto Fenikso, cuyo objetivo era encontrar una forma de repoblar el planeta. Nacida en órbita, Ántrax era uno de los llamados “hechiceros”, un grupo de científicos que experimentaban con el ADN alienígena, muchos de cuyos avances eran clasificados como ultrasecretos.

“Dra. Ántrax, ¿cómo va la investigación?”, pregunta un oficial de la Unión al entrar en el laboratorio.

“Casi he terminado, solo tengo que configurar estos datos y toda esta información será enviada a la Tierra”, respondo mientras escribía el informe.

“¿Puede pasármelos? Los necesito para completar mi reporte”, le pido al oficial y este obedece mientras sigo sin dejar de trabajar.

“Finalmente, el Proyecto Fenikso ha sido completado en su totalidad. Puedes enviar esto a la Estación para que lo envíen a la Tierra, mientras solicito el permiso del Consulado”, anuncio con satisfacción.

Mientras el oficial observaba con atención lo que probablemente era la mayor evolución en la manipulación del ADN humano en la historia de la humanidad, me dedico a reflexionar sobre cómo toda mi vida había sido preparada para crear la posibilidad de volver a la Tierra y experimentar lo que nuestros ancestros nos habían contado durante nuestra estancia en la Órbita. La emoción que me invade fue simplemente la satisfacción de mí misma, pero se sintió muy efímera, ya que las pantallas muestran una señal de alerta y miles de ventanas se abrieron para mostrar un extraño mensaje:

“Gracias Dra. Ántrax por proporcionarme la información que necesitaba”.

Este mensaje y otros aparecieron en las diferentes pantallas de mi laboratorio. Inmediatamente, me pongo en marcha para evitar que los archivos que tenía guardados se dañaran, mientras el oficial que está conmigo se despide, lo ignoro y me concentro aún más en resguardar todos los archivos. Después de unos minutos logré recuperarlos, así que respiro hondo para tranquilizar mis nervios. De repente, alguien entró a mi laboratorio.

“¿Por qué será que me están visitando tanto?”, dije. “¿O será que me extrañan tanto en el Consulado?”, opino sarcásticamente.

“¿Dra. Ántrax, ya está listo el informe?”, preguntó el oficial, ignorando por completo lo que acababa de decir.

“¿Disculpe?”, pregunto confundida.

“Acabo de enviarlo con un oficial…”, le respondí.
Inmediatamente, supe que algo andaba mal, así que corro por los pasillos, esquivando a las personas lo más rápido posible, hacia la entrada de la Estación. Observo cómo el impostor subía a una nave.

“¡Detengan esa nave!”, grito a todo pulmón, sigo corriendo para evitar que despegara, pero choco con alguien.

“Dra. Ántrax, hace mucho tiempo que no la veo”, dice la persona con la que choqué. Miro hacia arriba.

“Capitán Kwanta, disculpe, pero tengo que hacer que detengan una nave”, digo un poco impaciente.

“¿Qué nave?”, pregunta el capitán confundido.

“Esa… “, estaba señalando dónde la había visto por última vez, no obstante, la nave ya había despegado y con ella todo el esfuerzo y sacrificio que había puesto en ello.

“Discúlpeme capitán, me retiraré”, digo y me voy del lugar con un nudo en la garganta.

Ya en mi laboratorio no aguanto más las lágrimas y comienzo llorar amargamente, todo por lo que había trabajado había sido robado, mi gran orgullo, la única esperanza de poder volver a la Tierra, y todo esto ha desaparecido, solo por mi culpa, esto ha sido nada más que mi culpa.

Mi culpa, solo es mía, de nadie más, ni del impostor, ni del capitán Kwanta, de nadie, solamente mía…

Han pasado tres días desde el incidente y no he salido del laboratorio. A pesar de las constantes llamadas y reclamaciones del Consulado, he estado investigando el hecho del impostor. Es casi imposible procesar cómo alguien logra infiltrarse en Gaia, la órbita más resguardada de todas y salir impune de ello. Solo he encontrado una resolución y es que alguien de adentro lo haya ayudado. Sí, eso debe ser. Ahora la pregunta es quién pudo habernos traicionado de esa manera. Para poder investigar más a fondo, debo pedir ayuda a las personas con la influencia suficiente para hacerlo posible y ellos son el Consulado.

“Imposible. Todos sabemos que tanto entrar como salir de Gaia sin supervisión previa es penalizado por la Unión”, dice el Sr. Traki, capitán de la Órbita Noxius. Los demás miembros del Consulado opinan lo mismo.

“Lo sé. Por eso les estoy pidiendo su autorización para investigar a fondo este asunto. Si mal no recuerdan, capitán, si eso llega a manos equivocadas, puede ocasionar un final horrible no solo para la evolución humana, sino también para aquellos que tienen la esperanza de volver a la Tierra”, respondo.

“Lo que dice puede estar bien justificado, pero también recuerde que si ponemos esto bajo investigación, podría causar estragos en las demás órbitas y no solo en Gaia. Usted lo debe saber muy bien, ¿no es así, Dra. Ántrax?”, manifiesta la Dra. Rye.

Ella tiene razón. Tal vez sea mejor dejarlo y continuar con lo que siempre he estado haciendo. Quizás sea mejor no volver a la Tierra.

“Sí, Dra. Rye. Gracias por su preocupación”, digo desanimada. “Gracias, Consulado, por dejarme hablar sobre mi preocupación y por tomarse el tiempo”.

Mientras todos se despiden de la videollamada, me quedo contemplando el techo del laboratorio y reflexiono sobre lo que en verdad debo hacer. ¿Debo quedarme con las manos cruzadas y obedecer o dejarme llevar por mis impulsos y tomar rienda suelta de mi vida? Nunca he tomado rienda suelta de mi vida, me ha costado hacerlo. Pero en este preciso instante, hay algo que en verdad debo hacer: la ardiente esperanza de estar en el mismo lugar que estuvieron mis antepasados, la Tierra.

Iré a la Tierra y encontraré la manera de recuperar lo que me arrebataron.

Como Gaia era una órbita militar, la seguridad era extremadamente rigurosa, y pasar desapercibida representaba un desafío. Los nervios me invaden mientras me acomodaba en la parte inferior de una de las naves destinadas a la Tierra. Escuché a unos oficiales pasar cerca de mi escondite y me acomodé mejor para evitar ser descubierta. Pero algo aún más perturbador me desconcertó.

“Oye, recuerda que tenemos que cuidar esas inyecciones para los Cazuts. Son importantes para ellos”, dijo un oficial.

“Lo sé, no te preocupes. Entiendo la importancia de los experimentos en humanos para los Cazuts. Solo espero que no sea mi turno en este nuevo experimento”, respondió el otro oficial, que llevaba una bolsa con la insignia de Gaia..

Esto no podía ser real. ¿Todo mi trabajo había sido para destruir a la humanidad?

Este pensamiento me abrumaba, pero consideré la posibilidad de que estos oficiales fueran cómplices del impostor que estaba en Gaia. Con esta idea en mente, continué mi viaje hacia la Tierra para descubrir por mí misma lo que estaba sucediendo y resolver mi incertidumbre.

Mientras tanto, en la Tierra…

“Papá, cárgame por favor”, me decía una niña que, según su tamaño, parecía tener unos 5 años. “Papá, por favor”, la niña seguía insistiendo en que la levantara, pero por alguna razón, la ignoré.

“Amor, por favor, complace a tu hija”, de repente, la voz de una mujer que se acomodaba el vestido salió de la cocina. “No seas duro con ella, te ha estado esperando durante días. Ve y cárgala”, insistía la mujer, pero yo seguía ignorándolas a ambas.

De repente, me encontré en uno de los laboratorios, y allí vi a una mujer consternada mirando a través de la escotilla sobre el laboratorio, desesperada como si algo le hubiera sido arrebatado.

Una voz me despertó: “Experimento 320, por favor levántese”. Me encontré con un Cazut y salí del laboratorio. Otro Cazut me guió hacia mi celda, donde seguramente pasaría los próximos meses hasta que me llamaran nuevamente. Mientras estaba encerrado en mi celda, esos extraños sueños volvieron, como el de la mujer con la niña, o aquel en el que estaba en un desierto y veía a una mujer gritando desesperadamente pidiendo ayuda. Pero no sabía si eran solo sueños, porque a veces sentía que eran recuerdos reales.

No eran solo sueños, era la realidad. Despierta y apresúrate.

Me esforcé por conciliar el sueño, pero fue en vano. Mi mente seguía dando vueltas y las preguntas surgían una tras otra. ¿Quién era ella? ¿Qué hacía allí? ¿Por qué lloraba? Estas y muchas más preguntas llenaban mi mente, haciendo que olvidara dormir y me mantuviera despierto durante la noche.

Un molesto sonido me mantuvo alerta, esperando que no fuera un Cazut o un oficial para una revisión. Me sorprendí al ver que era aquella mujer que había visto antes en mis sueños. La vi tocando la ventana, pero no entendía lo que decía. Parecía estar pidiendo ayuda. Sin embargo, unos oficiales la capturaron y se la llevaron. Probablemente, pensaron que era uno de los experimentos, pero algo me decía que ella no era un experimento, sino alguien completamente diferente a todo lo que había visto en toda mi vida. Intenté levantarme de la cama, pero mi cuerpo no respondía. Aparentemente, todavía estaba sedado, lo confirmé al sentir la vista borrosa y el agotamiento.

Ella es la persona que has estado esperando todo este tiempo. Gracias a ella, la humanidad renacerá. Ayúdala. Hazlo.

Finalmente, luego de un largo viaje, la nave aterrizó. Con sumo cuidado y aprovechando la oscuridad de la noche, logro escabullirme sin ser detectada por los Cazuts que custodiaban la zona. La ansiedad y el miedo caminaban junto a mí. El aire está fuertemente impregnado por un olor a suciedad y putrefacción. Por otro lado, siento un poco de alivio al no tener ningún problema para respirar el oxígeno en la Tierra.

Mi plan consiste en llegar a las instalaciones centrales donde supuestamente estaba el laboratorio principal. Si mi investigación es correcta, allí debían tener la muestra de ADN que me habían robado.

Tras caminar por lo que parecen ser ruinas de una antigua ciudad, diviso a lo lejos un enorme complejo resguardado con alambradas electrificadas y torres de vigilancia, bastante similar a lo que aquel soldado había comentado. Supe que había llegado a mi destino.

Me escabullo hasta estar lo suficientemente cerca para examinar la situación. Noto que el complejo era enorme, con múltiples edificios totalmente en ruinas pero inteligentemente interconectados. En el centro, se erigía la estructura principal custodiada por decenas de Cazuts voladores armados.

Debo idear una forma ingeniosa de infiltrarme sin ser detectada. Mientras pienso en un plan, unos gritos llamaron mi atención. Provenían de detrás de unos escombros cercanos. Me acerco sigilosamente y grande fue mi sorpresa al descubrir a una mujer joven que forcejea con dos Cazuts:

– ¡Suéltenme, déjenme ir! -grita desesperada.

Algo en mi interior me dice que debía seguirla y descubrir qué está pasando. Quién era ella y por qué la tenían prisionera los Cazuts.

Logro entrar al complejo y en ese momento una mezcla de emociones me invaden por dentro: dolor, ira, decepción y traición. No puedo creer el horror que presenciaban mis ojos. Cientos de experimentos crueles con humanos inocentes. Personas transformadas en zombies sin alma ni esperanza. Mi mente se llena de tantos pensamientos que perdí el equilibrio. En medio de los gritos de agonía de los prisioneros, trato de recomponerme pero en parte reconocí que todo esto era mi culpa. Yo había contribuido con mi investigación genética a esta pesadilla distópica. Había sido engañada por quienes creía mis aliados.

Debo encontrar la forma de remediar esto. Comienzo a buscar pistas sobre el paradero de mi investigación robada. Al escabullirme por los pasillos, una conmoción llama mi atención. Vi a un joven forcejear con unos Cazuts antes de que se lo llevaran.

Sin pensarlo dos veces, decido seguirlos. Tal vez él tuviera información. Me infiltro tras ellos hasta que lo encerraron en una de las celdas experimentales.

Me acerco sigilosa a observar. Allí, en el mismo cuarto, había un hombre con un número tatuado en su pecho: “320” era el número. Se veía adormilado y conectado a una máquina extraña. Parecía estar reviviendo recuerdos implantados. Las imágenes en las pantallas alrededor de él eran borrosas, no las logro distinguir, pero todo esto me era bastante familiar al proyecto que aprobamos tiempo atrás junto al Consulado para suprimir en parte el remordimiento de los prisioneros en la estación Gaia.

(Flashback del Experimento 320)
Una voz robótica me ordenó levantarme. Es hora de más pruebas y torturas. Sueño con esa mujer pidiendo ayuda de nuevo. ¿Quién es? ¿Representa acaso la esperanza de escapar de aquí?
(Fin flashback)

En medio de mi impotencia, me doy cuenta de que el Experimento 320 me mira fijamente como si me reconociera. Antes de poder reaccionar, fui descubierta y capturada.

-¿Para dónde me llevan?- pregunto, sin embargo no consigo respuesta.
Vuelvo a preguntar: -¿Qué le han hecho a los Cazuts? ¿Por qué experimentan en humanos?- Sigo preguntando pero no consigo respuesta alguna.

Me encierran en una celda mugrosa y oscura. De repente escucho una voz dentro de aquel lugar:
-No tengas esperanza, no podrás volver a salir.

Busco a ver de dónde proviene: -Estoy a tu derecha. Soy o mejor dicho, seré tu compañero de celda hasta que uno de nosotros muera.

-¿Qué estupidez dices? Yo no voy a morir aquí, ya verás que encontraré la forma de escapar de aquí- respondo, resuelta en lo que sería mi próxima misión.

-Jajajajajaja, me produces gracia -responde la voz-. Eso dicen todos los que entran aquí y terminan o muertos o locos debido a que no aguantan estar en este infierno.

-¿Y por qué estás aquí? ¿Cómo es que aún sigues con vida? -le pregunto.

-Soy un experimento fallido… -dice-. Y que también lo he escuchado… -termina diciendo en un susurro.

-¿Experimento fallido? ¿Qué cosa has escuchado? -le pregunto, sin embargo no consigo respuesta alguna. Suspiro para poder calmar mi frustración de no poder conseguir todas las respuestas que tengo. El miedo inunda mi interior.

-Hay rumores de que alguien viene a ayudarnos. Muchos afirman haber escuchado una especie de voz en sus mentes que les dice eso, que alguien va a venir a salvarnos. Los que le hacen caso a esa voz dejan de venir a los laboratorios, causando que los Soldados los encarcelen o sean torturados por los Cazuts. En mi caso, yo era uno de los mejores experimentos. Era utilizado por ellos como si de una rata de laboratorio se tratase. Incluso, era de los pocos que tenían el privilegio de andar libremente por todo el lugar. Pero escuché esa voz y desde entonces mi vida cambió por completo. No obstante, no me arrepiento de nada.

Lo escucho en completo silencio y luego no oigo más de su parte. Me concentro mejor en la posibilidad de escapar para así atrapar al Impostor y a quién está detrás de todo esto…

De repente, la puerta se abre de golpe. El Experimento 320 entró y me pide huir con él. Accedo esperanzada y lo sigo por los pasillos.

-Vamos, no tenemos mucho tiempo. Su voz suena desesperada.

El breve encuentro de miradas fue suficiente para encender un destello de comprensión. Sin mediar palabras, supe que había algo más profundo en juego, una conexión que ninguno alcanzamos a entender pero que nos unía en este fatídico momento.

-Espera -digo-, hay alguien más aquí, deberíamos salvarlo ¿no crees?
-No hay nadie más, solamente tú. Ya revisé todas las celdas -dice.

Lo sigo, tambaleándome por los angostos pasillos, procurando no rezagarme y perderlo de vista. Las lúgubres luces parpadean sobre nosotros, acentuando la sensación de peligro inminente.

 

-¿Cómo te llamas?-le pregunto mientras esperamos que unos Soldados despejaran el lugar.

-Damascus, y tú Ántrax-responde de manera fría-

-¿Cómo sabes mi nombre? -le pregunté.

-La voz me lo dijo…

¿La misma voz misteriosa?-¿Estaría él conectado a mí de alguna forma? Antes de obtener respuestas, los Cazuts nos encuentran…

 

Pero Damascus parece encontrar un nuevo rumbo y avanzamos más rápido. La adrenalina sigue bombeando por mis venas. ¿Hacia dónde nos dirigíamos? ¿Podía confiar en este extraño? Las dudas taladran mi mente, pero no tenía alternativa más que seguirlo si quería escapar con vida.

 

Tras lo que pareció una eternidad doblando esquinas y evadiendo patrullas, nos topamos con una puerta fuertemente resguardada al final de un pasillo. Sin mediar palabra, mi guía se abalanza contra un Cazut de rango menor.

-Espera, ¿Qué haces? -susurro alarmada-. Así solo conseguirás…
-Sus ojos, quiero sus ojos -dijo Damascus.
-Bueno, no lo hagas de manera tan estúpida -le digo-. Mejor déjame a mí hacerlo.
Dicho esto, lo desactivo por la parte de atrás para evitar que seamos rastreados.
-Ten, ¿para qué lo quieres? -le pregunto.
-Necesito sus ojos. Es la única forma de entrar al sector restringido sin activar las alarmas -me responde.

Entonces escuchamos un sonido proveniente del otro lado y vimos varios Cazuts que entraron listos para atacarnos.

-¡Corre! -grita Damascus.

Instintivamente le hago caso y huimos juntos, escabulléndonos por angostos pasillos en busca de una salida.

Las sirenas perforan mis oídos mientras corríamos a toda velocidad por nuestras vidas. El estruendo de las pesadas botas de los centinelas resonaba escalofriantemente cerca. Mi nuevo e impulsivo aliado jala bruscamente de mi mano para conducirnos a una desviación lateral.

Nos encierra en lo que parecía un armario de mantenimiento, conteniendo la respiración en la penumbra mientras una patrulla pasaba rauda frente a nuestro escondite. ¿En qué lío nos hemos metido? Mi mente no deja de darle vueltas a cada vez más preguntas sin respuesta. ¿Quién era Damascus ? ¿Cómo sabe hacia dónde dirigirse? ¿Por qué arriesgaba así su vida, y ahora la mía?

Cuando parecía seguro, nos escabullimos sigilosamente lejos del ala más vigilada, avanzando hacia lo que intuía eran los accesos a las salas de investigación. Entramos precipitadamente a una sección desierta con extraños artefactos y terminales parpadeantes.

Pero cuando creíamos estar a salvo, ellos nos alcanzaron de nuevo. El corazón me comienza a latir con tal fuerza que siento se me iba a salir del pecho. Cada disparo rebota tan cerca contra los muros. Siento algo húmedo y cálido en mi mejilla.

-¡Cuidado! -gritó Damascus.

Me empujó y se volteó. El sonido de una bala hizo que me tapara los oídos. Vi a Damascus herido en una pierna y a lo lejos a los Cazuts armados.

Esto no podía ser peor.
Eso pasa cuando descubres la verdad.